sábado, 2 de octubre de 2010

CONFESIÓN DE PARTE: ¿ES EL COMIENZO DEL FIN DE LAS FARC?

Miguel Angel Herrera Zgaib
Director
Grupo Presidencialismo y participación
Lo único que tengo para contarle, es que mi vida son las Farc, tengo 46 años y calculé que me mataban antes de los 42, así que estoy viviendo de más, de aquí pa´lante todo es ganancia. Entrevista del Mono Jojoy con Alejandra Villamizar. Revista Don Juan.
Un preámbulo guerrero
                                                                    Un presidente eufórico, Juan Manuel Santos, quien no cumplió aún los míticos 100 días que hizo famosos  la presidencia de Franklin D. Roosevelt, ha dicho el pasado domingo  en la base militar de Larandia, que la operación Sodoma ha sido el comienzo del fin de las Farc, porque en ella murió el guerrillero comunista Víctor Julio Suárez, el Mono Jojoy. Era hijo de otro guerrillero liberal, su homónimo, quien también peleó y murió  al lado de Juan de la Cruz Varela, un legendario guerrillero liberal resistiendo al dictador Gustavo Rojas Pinilla, el pacificador en  las postrimerías de la Violencia.
Jorge Briceño Suárez, Jojoy, distinguido así por sus sobrenombres y alias más conocidos, fue un campesino de origen nacido en Cabrera, en la región de Sumapaz, en el Departamento de Cundinamarca. Desde los 12 años cumplió tareas de apoyo a la guerrilla comunista a cuya cabeza estaba Manuel Marulanda, Tirofijo. Con él creció  y aprendió las leyes de la guerra de guerrillas, mientras las Farc pasaban de  autodefensas campesinas a ser un ejército para disputar a la oligarquía liberal conservadora el poder.
El fracaso de la paz con l@s de abajo
¡Es un acto de guerra! Piedad Córdoba, senadora liberal, líder del proyecto Colombian@s por la Paz.
A  partir de la  Segunda conferencia, las Farc enfrentaron el  segundo proyecto pacificador del Frente Nacional, después que hubo la entrega de armas del mayor núcleo guerrillero liberal en el Llano, que había resistido a la  dominación conservadora que movilizaba sus guardias blancas, los chulavitas para contrarrestar las mayorías liberales que perdieron la elección presidencial con Mariano Ospina Pérez, y se disponían a reconquistar el poder en elecciones bajo la dirección de Jorge E. Gaitán, el líder asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948.
Todas estas luchas de los campesinos y pobres de  Colombia están detrás del perfil de Víctor Julio Suárez, a cuya muerte el gobierno colombiano, y el bloque de la Unidad Nacional, atribuyen el poder de darle arranque a la liquidación del proyecto político militar de las Farc. Y claro, no será la primera vez que ello ocurra, en  48 años de historia de esta rebeldía armada que empezó siendo liberal, la orientó el partido comunista con la activa presencia de Jacobo Arenas. Luego se hizo campesinista hasta transformarse en partido comunista clandestino en la forja de los frustrados diálogos de San Vicente del Caguán.
El supuesto es que la propuesta política, económica y social,  ya no tiene arraigo en los trabajadores y los pobres del campo y las ciudades. Es lo que ha dicho un estudioso de la economía colombiana, Salomón Kalmanovitz, un intelectual de pasado trostkista; de la guerra, Alfredo Rangel, de pasado juvenil camilista, y el expresidente Angelino Garzón, un cristiano, de notoria militancia comunista y sindical en el pasado.
Él  invita a los subversivos al arrepentimiento como su principal acto revolucionario. Esto para citar apenas unos ejemplos elocuentes, indiciarios de un particular clima de opinión de centro y derecha, que hoy anima en mayor o menor grado las perspectivas reformistas del bloque de poder que lidera el presidente Juan Manuel Santos.
Por otra parte, y en manifiesta disonancia, Piedad Córdoba se expresó lacónicamente sobre esta muerte, diciendo, es un acto de guerra. Y ella misma, a los pocos días, sufría en carne propia el escarnio público con la sentencia proferida por el Procurador general de la Nación, que la destituye del cargo de senadora, acusándola de tener relaciones no santas con las Farc, y como consecuencia de lo dicho sufrirá la pérdida de derechos políticos por 18 años. Es una muestra claro del trato que recibe la oposición política al proyecto de  Unidad Nacional
Mucho menos audiencia tiene el discurso de la guerrilla ahora que se pronostica su fin, dice también la radio y prensa establecidas, de acuerdo con las mediciones de opinión pública, que hicieron famosa la retórica del “estado de opinión”. Las Farc perdieron la simpatía en las diversas capas que constituyen la clase media, y de modo particular, en los sectores de la intelectualidad citadina universitaria y secundaria, donde tuvieron mucho arraigo y apoyo abierto y encubierto.
De allí conviene recordarlo provinieron algunos de los actuales cuadros más destacados del secretariado, empezando por Guillermo León Sáenz, Alfonso Cano, un estudiante de antropología en la Universidad Nacional, cabeza actual de la organización alzada en armas, convencidos como Joaquín Gómez, exalumno dicen de la Universidad Patricio Lumumba, del proyecto democrático revolucionario que las Farc-Ep publicitó nacional e internacionalmente durante las negociaciones de paz doblemente fracasadas. Primero, desde los tiempos de Belisario Betancur, y, después, durante la presidencia de Andrés Pastrana Arango.
¿Un hombre malo?
Es un golpe al corazón estratégico de las Farc… Unámonos, es el mensaje para el pueblo. Almirante Edgar Cely, comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, en entrevista  de Caracol, 27 de septiembre de 2010.
                                                     El testimonio recogido en el libro Trochas y Fusiles escrito por el sociólogo Alfredo Molano, dice que el Mono Jojoy entró a su carrera como “guerrillo activo” a los quince años. Su  apodo de combate lo atribuyen a su asociación con la agilidad e inteligencia de un mono selvático que habita la serranía de la Macarena. Otros el asimilarlo con el gusano Mojojoy, para honrar su habilidad para camuflarse en la manigua y librar una guerra prolongada de trincheras y escondrijos, que le alargó la vida más allá de su cuenta.
Su momento culminante como estratega ocurrió cuando las Farc-ep  dieron el salto a la guerra de posiciones, como lo denominó el analista Alfredo Rangel tomándolo prestado de Carl Von Clausewitz, no de Antonio Gramsci. Nos referimos al intento de confrontar con una fuerza convencional de unos mil hombres a las FF AA y a la Policía de Colombia en la toma de Mitú, la capital  del Departamento del Vaupés.
Allí permanecieron las Farc-ep por tres días, hasta que fue posible violando los acuerdos con su vecino Brasil que Colombia desembarcara fuerzas especiales transportadas por aire, para entrando por la frontera presionar la salida de las Farc  de Mitú. Así lo comentó el general Tapias, ya en uso de buen retiro del Ejército, al recordar aquellos episodios
De los esbozos autobiográficos de Jojoy ofrecidos por Molano, queda claro también que este líder de los de abajo, de los grupos y clases subalternas agrarias, rompió temprano con la religión. Así lo recordó aquel en una anécdota escolar. Entonces  Víctor Julio cometió la herejía de proclamar en público  que:  “la hostia no sabía a nada y que quedaría mejor con membrillo de guayaba”. Lo cual motivó al fin de cuentas su expulsión de la escuela confesional en Cabrera, donde aún viven sus familiares.
Ahora una sobrina, Lucero Suárez, será quien retire ahora el cadáver de la morgue de Medicina Legal si la Fiscalía lo autoriza, y no termina embolatándose su cadáver como ocurrió ya en otro caso, el del guerrillero Raúl Reyes. El dictamen conocido ha dicho que el guerrillero murió aplastado por el derrumbe de la construcción de concreto, el llamado “bunker” de 300 metros cuadrados, que se supone fue impactado por siete bombas inteligentes lanzadas por aviones desde 25 mil pies de altura. Esto es  lo que se colige del decir de los mentideros periodísticos, y del diálogo con el almirante Cely que sostuvo Darío Arismendi en Caracol radio el  lunes 27 de septiembre.
En La Escalera, un sitio cubierto por árboles de 30 y 50 mts, estaba este centro de información, resguardo y acopio, “la madriguera” del Bloque oriental, según sus enemigos, desde donde el “bandido” y sus compañeros organizaron la guerra de resistencia al plan  Patriota después de haber sido contenida su avanzada y cerco sobre Bogotá. También se ha dicho que hubo otros siete muertos, entre ellos la compañera del comandante militar de las Farc. Aún se especula, si una de las tres mujeres fallecidas, es la holandesa Tanja, combatiente internacional conocida por el reportaje que ella ofreció a la prensa internacional.
¿De qué democracia se trata?
No olvidemos, por otra parte, que, al mismo tiempo que e Estado demuestra su poder de reducir a los que delinquen, hay quienes siguen matando impunemente. El domingo pasado, el ministro de Agricultura restituyó a 38 familias de Urabá las tierras que les habían quitado los paramilitares. Uno de los presentes era Hernán Pérez…Esa tarde, al volver a la casa lo asesinaron.  Daniel Samper, en Cambalache, 26 de septiembre 2010, p. 1-31.
                                                    En efecto, este hombre, Víctor Julio o Luis Suárez, un líder de la guerrilla, de los grupos y clases subalternas del martirizado campo colombiano, y el secretariado de la organización guerrillera que ayudó a forjar fueron capaces de contener el Plan Patriota, una secuela del Plan Colombia que ha tenido el abierto apoyo del gobierno estadounidense, demócrata y republicano, y cuyo penúltimo episodio fue la autorización para utilizar siete bases militares colombianas, cuya inexequibilidad ya fue declarada por la Corte Constitucional.
Tal Plan era la pieza maestra estratégico militar de los dos gobiernos del presidente Uribe  para quebrar el espinazo a las Farc.  Entonces esta muerte, la de Jojoy como la de Alfonso Cano las acarició, casi las cantó,  el expresidente Uribe hasta 48  horas antes de hacer dejación de su cargo en la Plaza de Bolívar.
Él la había pensado como la clave de bóveda de su programa de guerra contra “el narcoterrorismo”. Sería el mayor logro de la autodenominada seguridad democrática, para cuya prosecución no se ahorró medio alguno, hasta postularse ser presidente por tercera vez en Colombia sin parar mientes sus seguidores en el fraude más descarado que registre la historia escrita.
Era el cierre maestro con que iba a sepultar otro  acto de guerra, también fallido, de las Farc, su principal enemigo. Así saludaron la entronización de Álvaro Uribe Vélez, lanzando rockets contra el palacio de gobierno el mismo día de la posesión. Algunos de los cuales terminaron impactando las edificaciones y humanidades de habitantes del Cartucho, un antro de drogadicción y miseria juntas, a escasas cuadras de la residencia presidencial,  en el corazón de Bogotá.
Alejandra Villamil, quien hizo el perfil del Mono Suárez, Luis o Víctor Julio, para la revista light Don Juan, que reprodujo la edición extra de $200 pesos, de  El Tiempo,  23 de septiembre de 2010, tituló su crónica “Perfil de un hombre malo”. Sin embargo, ella misma, al cerrar la historia, no dejó de reconocer lo contradictoria que es la vida de este campesino, alzado en armas desde los 15 años, contra la oligarquía colombiana, terratenientes y burgueses juntos, y sus aliados internacionales. Como acostumbran a caracterizar a la “democracia” colombiana los intelectuales comunistas, herederos del legado conceptual de Gaitán, a quien rechazaron como aliado, por su comportamiento fascistoide, cuando quiso ser presidente por voto popular.
Alejandra cierra diciendo: “la historia dirá que fue uno de los peores y más sanguinarios terroristas que tuvieron las Farc, que era un narcotraficante y un secuestrador despiadado. Otra será la versión de la misma historia que  se escriba monte adentro. Dirán que además del estratega militar que llevó  a las Farc a desafiar seriamente al Estado, fue un comandante cálido, preocupado por sus hombres”.
Detrás de estas dos versiones siguen el presente y el porvenir de los grupos y clases subalternas, en procura de su autonomía política. Estas necesitan como nadie la construcción democrática que es radical para que sea. LA democracia requiere, exige la igualdad social para los trabajadores y pobres de Colombia en las ciudades y campos. Así lo entendía hasta su muerte Estanislao Zuleta, quien conversó al respecto con el M-19 reunido en Los Robles en el frustrado encuentro por la Democracia y el diálogo Nacional.
Tal empresa democrática ha estado hasta hoy tachonada de fracasos y costosas postergaciones. Un hijo de esa oligarquía, formado en la Armada Nacional y en la conservadora Universidad de Kansas, habla después de haber sido elegido presidente que éste es el tiempo de la prosperidad que se impone a la seguridad como bandera de hegemonía. Pronto sabremos tod@s a qué democracia se refieren Santos y la Unidad Nacional, y si Colombia podrá salir de la tragedia y la farsa juntas, donde bombas y morteros, muertes y más muertes, anónimas y conocidas son la ingrata, expectante memoria de una nación que no acaba de serlo transida de violencia.

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