sábado, 19 de febrero de 2011

A NOSOTROS LA POESIA

Sin comprender claramente que sólo con la asimilación completa de la cultura creada por todo el desarrollo de la humanidad se puede organizar una cultura proletaria, no conseguiremos ese objetivo”…”Debemos poner en primer término la instrucción y la educación pública más extensa. Esto creará un terreno favorable a la cultura, a condición, naturalmente, de solucionar el problema del pan. Sobre este terreno debe nacer realmente un nuevo arte comunista que creará la forma que corresponde a su contenido.



Lenin



Vamos hacia un arte sin trabas, hacía el auténtico arte puro, pasando por el arte revolucionario primero y el arte proletario después.


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El poeta se dirige a la masa. Si la masa no entiende totalmente es porque, desde luego, debe ser elevada al poeta. No se trata de nivelar a todos, por la revolución, en el hambre y la incultura sino en la comodidad y la cultura.

Ahora bien, existe una masa a la que el poeta puede dirigirse y cumplir su misión principal. Está compuesta por obreros que han podido alcanzar ciertos elementos de cultura; por obreros en quienes la sensibilidad, el instinto poético suple la falta de esos elementos; por intelectuales, artistas, periodistas, pintores, maestros, estudiantes que desean la transformación de la sociedad, que abundan y que son también masa.

El poeta no debe, pues, renunciar a ser poeta, pero esto no quiere decir que renuncie a ser hombre. En una época como la que vivimos, intensa, dramática, de negación y creación, el poeta debe estar al servicio de los otros. Si es un poeta auténtico lo hará sin desmedro de los valores poéticos esenciales.

¿Debemos temer al caos nosotros, poetas, nosotros, pensamiento militante? ¿Y el caos actual? Por otra parte será difícil que a nosotros nos aturda el primer manotazo brutal de la revolución. Sergio Esenin y Vladimiro Maiakowski sucumbieron, se eliminaron porque, finalmente, el manotazo los aturdió. A pesar de haber adherido a la revolución la abandonaron para morir voluntariamente. Pero ellos estaban todavía, y a pesar de ellos, con un pie en la burguesía. Habían conocido su veneno. Hay que recordar que otros poetas que siempre habían sido revolucionarios, sucumbieron también porque creyeron que la revolución iba a consagrarlos inmediatamente, a darles en seguida todos los elementos. Unos y otros no comprendieron que lo que estaba aconteciendo en Rusia era más grande que ellos y más grande que la poesía misma o ¡la poesía misma!

Nosotros tendremos la suerte de recibir a la revolución cantando, después de haberla cantado y deseado, sin descuidar la técnica y sin dejar de haber intervenido más o menos concretamente en la lucha.


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Aunque de extracción social obrera no tengo la pretensión de ser un poeta proletario. Por otra parte no hay poetas proletarios en los países burgueses. Tal vez no los haya todavía en Rusia porque como ya dijo Lenin el arte proletario deberá nacer de la cultura proletaria, y ésta a su vez, de la revolución en grado avanzado. Pero hay un arte revolucionario o que corresponde al período pre-revolucionario. Y si una pretensión tengo es la de ser un poeta revolucionario, la de haber abandonado esa especie de virtuosismo burgués decadente, no para caer en la vulgar crónica chabacana que pretende ser clara y directa y resulta ñoña, sino para vincular mi sensibilidad y mi conocimiento de la técnica del oficio a los hechos sociales que sacuden el mundo. Sin que lo político menoscabe a lo artístico o viceversa, confundiendo, más bien, ambas realidades en una.

No por eso creo haber resuelto todos los problemas que la cuestión arte-política me ha planteado, pero sí los fundamentales. En este sentido el discurso de Gide en el Congreso de Escritores y los pensamientos de Lenin al respecto me han servido de mucho así como la lectura reciente del libro de Benjamín Goriely Los poetas en la revolución Rusa, que recomiendo a los camaradas que no lo conozcan. Adhiero al discurso “Defensa de la Cultura” porque Gide ha comprendido – y era lógico – los problemas que la pre-revolución plantea al artista y los problemas que la revolución plantea al artista. Porque declara que los intelectuales, si son auténticos, por comprensión de su función histórica y si quieren conservar la herencia cultural y defender la dignidad del pensamiento, deben estar con la revolución. Porque exige un arte de oposición. Porque señala al mismo tiempo el peligro que significa encarar el problema arte-política de una manera simplista. Porque afirma su individualismo y dice que, precisamente por ser individualista se siente profundamente comunista porque sólo la sociedad comunista puede ofrecer al individuo todos los elementos para su desarrollo sin trabas de las diferencias de clase, de la injusticia social. Porque afirma su condición de francés y dice que precisamente por ser nacional se siente profundamente internacional. Porque declara que si hay artistas grandes que no pueden comunicarse con el pueblo es esa una de las causas por las cuales es imperiosa la necesidad de elevar al pueblo al arte y a la cultura y eso sólo podrá conseguirse con la transformación de la sociedad.


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Creo que la poesía revolucionaria es auténtica:

1º Cuando poesía y revolución se confunden, son consustanciales, como en el caso de Brecha, Gold, Alberti, Aragón, etc., y, en el pasado, como en el caso de Heine (Los tejedores de Silesia). Es decir, no menoscabando la poesía en sí, haciéndola perdurable por su contenido estético además de su contenido humano. Porque aun cuando las condiciones sociales de vida de los tejedores de Silesia hayan cambiado, el alto dramatismo poético subsiste, la poesía subsiste.

2º Cuando el contenido social corresponde a la nueva técnica. No se trata de negar el proceso poético que, como el pictórico, ha tenido sus etapas creadoras maravillosas – en las que, detalle importante, nunca el arte estuvo desvinculado del hecho social- pero resulta absurdo componer hoy poemas ceñidos a tal o cual regla formal.

3º Pero no hay que confundir técnica nueva con ocultismo poético, travesuras gramaticales, etc., o poemas sin ritmo (que pueden hacerse cuando el tema lo exija como en mi poema “El pequeño cementerio fusilado”, aunque el ritmo existe aquí como el agua dentro de la roca). Porque, generalmente, esa actitud poética que fue una reacción saludable contra el academismo, está reñida con ese ritmo de marcha, de himno –para cantar– que debe tener casi siempre el poema revolucionario. Llamo “técnica nueva” al conocimiento y a la superación de todas las técnicas, a la desenvoltura que nos da ese conocimiento, a la libertad de tonos, ritmos, imágenes, palabras y a lo que siempre tuvieron los poetas de cada época creadora, a lo que sigue la línea poética que nació con la primera palabra pronunciada por el hombre en la tierra: a la personalidad de un poeta.


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Si alguien me preguntara ¿qué es la poesía? no tendría mas remedio que contestar: La poesía es la poesía, más el mundo, más el hombre, más el poeta, más la poesía. Si alguien me preguntara qué es un poema, contestaría: Hasta el líder de la llamada “neutralidad” ha dicho que un poema que no contenga nada más que poesía no es un poema. He citado una frase de Valery.

Participé en los movimientos literarios de vanguardia y, sobre todo, el surrealismo contó con mi entusiasmo firme. Fue una manera de evadirse y volver a la multitud, de ganar la calle, de ejercitar valentía, de confesarse, de equivocarse, de reivindicar valores olvidados por la burguesía, de volver a imponer el gesto poético sobre lo prohibido, de ejercitar valentía, repito, para entrar luego de lleno –los que supimos hacerlo– en el drama del hombre y su esperanza, en los anhelos del hombre, en su destino “sobre la tierra”. Por eso puedo decir ahora con Day Lewis que la revolución en la literatura comenzó pero sin una revolución social será fácil y sin trascendencia.

Me parece que ahora hay que hacer poesía revolucionaria. Esto no quiere decir que los demás poetas, si son poetas, dejen de serlo al no sentir la necesidad de expresarse revolucionariamente, en el sentido de la propaganda. Lo que exigimos de ellos es una actitud antifascista concreta, porque el fascismo es el enemigo de la cultura y el arte, tanto como de la dignidad humana. Me parece también que hay que aclarar cuando se habla del llamado artepurismo. Hay dos grupos en esta tendencia: por un lado están los “puros”, los deshumanizados, los nuevos retóricos, cuya obra, abundante en amorcillos, metáfora por la metáfora, discos conocidos, cursilería al revés, tragedias personales sin hondo valor humano, no interesa, no es arte; es subarte, apenas, y por otro lado aquellos que barajan en sus poemas elementos calientes, que hacen no una obra revolucionaria, pero una obra viva, llena de tierra y llanto, cubierta de raíces y de sangre. La posición de estos últimos será discutible desde el punto de vista nuestro, pero es humana y seria. Por otra parte los escritores que no sientan el tema revolucionario serán arrastrados a él tarde o temprano por imperativo de su conciencia misma de artistas. Pensemos en Alejandro Blok. El antiguo poeta puro, el antiguo habitué del Reposo de los Comediantes y el Albergue de los Perros Perdidos se vio, en 1918, frente a la revolución. “En sus poemas –dice Goriely- demostró que hay épocas en que la vida deviene superior a toda poesía, en las que es necesario escribir con simplicidad para llegar a los hombres y aclararles el profundo sentido de los acontecimientos históricos que ellos viven.”

Creo que el de poeta es un gran oficio. (Mientras en los países burgueses los poetas son postergados, despreciados por las clases dirigentes, en Rusia reciben a Pasternak en las fábricas y los koljoses con músicas y flores). Me gusta charlar en cualquier mesa- si delante de una copa de vino, mejor- sobre temas, secretos, hallazgos, desdichas, felicidades, cosas de la poesía y de los poetas. Pero también me gusta estar listo para cuando haya que disparar sobre alguien con un poema o con lo que sea.

Arthur Rimbaud fue la poesía, la gran aventura poética, pero en cierto momento gritó: “¡Cambiad la vida!”.

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